La putrefacción, lejos de ser solo un proceso de descomposición, es un fenómeno crucial para el ecosistema. Durante la temporada de lluvias, la actividad de hongos, bacterias y musgos se intensifica, descomponiendo restos orgánicos en el bosque. Este proceso libera nutrientes esenciales como nitrógeno y carbono, fundamentales para la regeneración del suelo y el desarrollo de nuevas plantas.
Los restos en descomposición no solo enriquecen el suelo, sino que también mantienen el equilibrio del ecosistema, ofreciendo hábitats y alimento a microorganismos esenciales. Este ciclo de vida y muerte ha sido clave incluso en el surgimiento de la vida en la Tierra, ya que favorece condiciones químicas propicias para la evolución.