por Jesús Francisco Ramírez Bañuelos
Twitter: @ramirezbanuelos
Hoy nos toca… hablar de las elecciones en Coahuila y el Estado de México.
Pasó lo que se veía venir. Las elecciones fueron ganadas por las “fuerzas vivas” y no por los partidos. La oposición, simplemente no apareció.
Es verdad, en Coahuila ganó la alianza, pero un análisis más detallado nos lleva a concluir que en realidad lo que sucedió fue la permanencia del PRI, ayudado por las desaveniencias de los partidos satélite de Morena.
En cambio, en el Estado de México la derrota opositora fue mayúscula, tanto en el porcentaje de votos válidos como en las abstenciones. Morena logró su propósito: arrebatarle al PRI una entidad emblemática y además densamente poblada.
Algunos se cuestionan si esto es un vaticinio de lo que sucederá el próximo año en las elecciones federales. Mi opinión es que sí y no, a la vez.
Sí, porque es claro que la oposición se desmorona y que la apatía de la ciudadanía se acentúa. El verdadero enemigo a vencer, una vez más, se llama abstencionismo.
No, porque Morena tampoco está unido ni al interior, ni con sus aliados. Aunque, eso sí, la inercia lopezobradorista podría ser suficiente para conseguir la mayoría, pero difícilmente será una victoria apabullante como la del 2018.
En resumen, las elecciones de este fin de semana no fueron ninguna sorpresa. Mas bien una contastación de la escisión nacional, tanto de la población como de los líderes partidarios.
A río revuelto, ganancia de pescadores. Reza una vieja consigna ¿será?
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