Por Jesús Francisco Ramírez Bañuelos
@ramirezbanuelos
Seguramente te habrá pasado en más de alguna vez que encuestadores se te acercan para preguntarte tu opinion sobre tal o cuál producto. La mayoría de las veces, se trata de bienes muy conocidos en el mercado que utilizamos diariamente. Y también estarás de acuerdo en que en esas ocasiones tus respuestas están sesgadas por tus preferencias y experiencias de vida.
Pero, tal vez no te has dado cuenta que tus respuesta y, por tanto, los resultados de esas encuestas también están influenciados por la intención de los encuestadores. Por ejemplo, si quiero conocer cuántas personas tienen acceso a la satisfacción de sus necesidades básicas y me traslado a una zona urbana para tomar la muestra, es mucho más probable que obtenga un porcentaje alto de satisfación, en cambio si voy a una zona rural el porcentaje bajará considerablemente.
Y todavía más si las preguntas son incidiosas o dirigidas, se puede influir en el respondente para que se obtenga la respuesta deseada. Por ejemplo, si te preguntan ¿verdad que estás de acuerdo en ganar más y trabajar menos horas? Responderías con un rotundo sí ¿o me equivoco?
Esto sucede porque los encuestadores logran colocar en tu mente una idea que no necesariamente es en la que estás pensando, pero que al adecuarla a las circunstancias o mostrarla como la más benéfica para ti, será validada por tu respuesta.
¿Y por qué es importante hablar de esto? Porque, cada vez más los politicos y los encuestadores en temas politicos usan estrategias de este tipo para influir en los resultados de los estudios demoscópicos que realizan para favorecer a determinada persona o ideología.
Las encuestas han pasado de ser un método de investigación inocuo a convertirse en una herramienta de propaganda política. Aclaro, no todas ni en todo tiempo y lugar. Pero hay una tendencia para emplear las aproximaciones de los dialogantes con la población para propiciar la adopción de ideas o programas ajenos a sus intereses.
No estoy con esto proponiendo la supresión de las encuestas, ni mucho menos, simplemente quiero hacerte ver que su uso se está desvirtuando y no responde necesariamente a criterios neutrales.
¿Qué hacer entonces? Dos cosas. Uno, no dar demasiado crédito a los resultados de las encuestas como elementos orientadores para conocer la intención del voto. Es decir, no creas todo lo que te dicen y si lo crees, al menos realiza una breve investigación sobre su procedencia. Dos, evita ser manipulado por el encuestador al momento de ser encuestado y, otra vez, cuestiona todas las argumentaciones que te hagan, ¿por qué y para qué le interesa saber mi opinion? ¿me permite realmente dar mi opinion?
Estamos viviendo momentos de turbulencia social, en los que todas las personas buscan obtener sus beneficios, no dejes que otra persona (como un encuestador) decida por ti sobre tus preferencias electorales. Tu voto es tuyo desde su análisis hasta su emisión.