Recientemente, México bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, ha sido señalado por muchos como un país en peligro de seguir el mismo rumbo que sus vecinos socialistas. La Cuarta Transformación, como ha denominado su proyecto, busca reducir la desigualdad y fortalecer el papel del Estado en la economía. Sin embargo, la centralización del poder, la descalificación constante de opositores, y el desmantelamiento de instituciones clave han despertado alarmas en diversos sectores sobre la posible deriva hacia un régimen más autoritario y menos transparente.
Las políticas asistencialistas, aunque han ayudado a sectores vulnerables, han sido criticadas por ser insostenibles a largo plazo, especialmente si no vienen acompañadas de reformas estructurales que impulsen el crecimiento económico. A medida que crece la polarización y la dependencia del Estado en el gasto público, México corre el riesgo de caer en el mismo ciclo de corrupción y clientelismo que ha marcado a otros gobiernos socialistas en la región.
El socialismo en América Latina, lejos de ofrecer soluciones a los problemas de pobreza y desigualdad, ha resultado en regímenes donde una minoría gobernante se enriquece mientras el pueblo sufre las consecuencias de malas políticas económicas, corrupción y autoritarismo. La historia reciente de estos países, y el caso preocupante de México, sirve como un recordatorio de que las ideologías, sin una gestión ética y transparente, pueden convertirse en instrumentos de opresión en lugar de liberación.