En muchas reuniones sociales, el consumo de cerveza o tequila se considera algo inofensivo o incluso “ligero”. Sin embargo, poco se habla de la realidad fisiológica, médica y social de lo que ocurre cuando una persona se emborracha. Aunque la cerveza tiene menor concentración de alcohol que el tequila, ambas bebidas contienen etanol, la misma sustancia que encontramos en el alcohol usado con fines médicos. La diferencia no está en la sustancia, sino en la concentración y el contexto. Y las consecuencias pueden ser más severas de lo que se cree.

Cuando una persona consume alcohol, su cuerpo inicia un proceso complejo para metabolizar el etanol. Este actúa como un depresor del sistema nervioso central, afectando reflejos, juicio, memoria y coordinación. El hígado solo puede procesar cerca de 10 gramos de alcohol por hora —lo equivalente a una cerveza, una copa de vino o un shot de tequila—, y cualquier exceso sobrecarga al organismo. Además, el alcohol altera el equilibrio de líquidos, baja los niveles de glucosa, afecta el sueño y genera inflamación en distintos órganos.

Las consecuencias varían según la frecuencia, cantidad y contexto de consumo. A corto plazo, los efectos pueden ir desde la euforia inicial hasta la descoordinación, vómito, deshidratación severa, pérdida de conciencia y, en casos extremos, intoxicación alcohólica potencialmente mortal. También hay un aumento considerable del riesgo de accidentes, peleas, sexo no consensuado o sin protección y detenciones por conducir bajo efectos del alcohol.

A mediano plazo, el consumo regular, incluso sin llegar a la ebriedad constante, puede afectar el estado de ánimo, producir ansiedad, insomnio, irritabilidad, disminución de la concentración y problemas de rendimiento académico o laboral. Se ha documentado que jóvenes entre 18 y 30 años que beben con frecuencia tienen mayor prevalencia de depresión y alteraciones en la función cerebral.

A largo plazo, el daño se profundiza. El alcoholismo puede provocar cirrosis, hepatitis alcohólica, pancreatitis, hipertensión, deterioro cognitivo y varios tipos de cáncer (como de hígado, esófago, colon o mama). Según el Instituto Nacional sobre Abuso de Alcohol y Alcoholismo (NIAAA), el consumo prolongado de alcohol contribuye directa o indirectamente a más de 200 enfermedades y trastornos.

Una comparación que pocos consideran es la relación entre las bebidas alcohólicas y el alcohol utilizado con fines médicos. Aunque ambos contienen etanol, el alcohol médico se presenta en concentraciones mucho más altas y muchas veces está desnaturalizado con químicos tóxicos que lo vuelven peligroso para el consumo humano. Un bote típico de 250 ml de alcohol etílico al 70% contiene alrededor de 175 ml de alcohol puro, lo cual equivale aproximadamente a más de 8 shots de tequila o entre 10 y 12 cervezas. En el caso del alcohol al 96%, esa cantidad equivale a más de 13 shots o unas 17 cervezas. Ingerir alcohol médico —aunque sea “etílico”— puede causar desde daño hepático agudo hasta la muerte, debido a su pureza o a los aditivos tóxicos.

Estos datos ayudan a dimensionar lo que el cuerpo recibe durante una noche de excesos: en pocas horas, muchas personas consumen el equivalente a un frasco de alcohol médico. Y lo hacen de forma voluntaria, sin advertencias visibles de los daños posibles. Esto también desmiente varios mitos comunes: como que mezclar bebidas emborracha más (lo que importa es el volumen total de etanol), que comer evita emborracharse (solo retrasa el efecto) o que se puede “curar” la borrachera con café o duchas frías (nada acelera el metabolismo del alcohol).

La llamada “cruda” o resaca del día siguiente tiene base fisiológica: el cuerpo está combatiendo deshidratación, inflamación, desequilibrio químico y acumulación de acetaldehído, una sustancia tóxica derivada del metabolismo del alcohol. Para reducir sus efectos, los especialistas recomiendan hidratarse con sueros o agua abundante, alimentarse bien, descansar y evitar tomar más alcohol como “remedio”. Medicamentos como el paracetamol pueden aliviar síntomas leves, pero no eliminan la causa.

El impacto social del consumo excesivo también es grave. En México, uno de cada tres accidentes fatales está relacionado con el alcohol. También se incrementa el riesgo de violencia familiar, abandono escolar, pérdida del empleo y conflictos con la ley. No se trata de satanizar el consumo, sino de visibilizar los riesgos reales de lo que muchas veces se normaliza en fiestas, reuniones o eventos familiares.

Conocer los efectos reales del alcohol y su equivalencia con sustancias de uso médico puede marcar la diferencia entre una decisión responsable y una consecuencia trágica. Beber con conciencia y en contextos seguros es una responsabilidad que comienza con la información.

📌 Equivalencias aproximadas
- Un bote de 250 ml de alcohol al 70% contiene el equivalente a más de 8 shots de tequila o 10–12 cervezas en cantidad de etanol puro.
- Un bote de alcohol al 96% equivale a más de 13 shots de tequila o alrededor de 17 cervezas.
⚠️ Importante: NO es lo mismo ingerirlo
El alcohol médico no es apto para consumo humano, incluso si es etanol. Puede estar desnaturalizado con químicos tóxicos (como metanol, acetona o isopropanol) para evitar su ingestión. Tomarlo puede causar:
- Ceguera
- Daño hepático severo
- Muerte
Aunque el alcohol en las bebidas es el mismo tipo de sustancia (etanol), el grado de pureza, el procesamiento y la formulación hacen una diferencia vital entre un producto seguro y uno potencialmente letal.