AMECA, JALISCO.— Bajo la superficie fértil del valle de Ameca, una amenaza silenciosa avanza y se intensifica año tras año. Estudios de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) confirman que esta región clave de Jalisco se hunde hasta cinco centímetros por año debido a la sobreexplotación del acuífero y a condiciones geológicas que facilitan el colapso del terreno. El acuífero Ameca, identificado como clave 1409 y vital para municipios como Tala, Cocula, Ahualulco y Ameca, presenta un déficit anual de 44.4 millones de metros cúbicos. En 2024 se extrajeron 300.8 millones de m³, mientras que la recarga natural apenas alcanzó 277.3 millones. Este desequilibrio, que supera en 8% la capacidad de regeneración del acuífero, ha puesto en alerta a autoridades y especialistas.

La crisis tiene raíces profundas en el modelo productivo de la región. Más del 87% del agua extraída se destina al riego de caña de azúcar, aguacate y berries, cultivos que requieren grandes volúmenes de agua para su desarrollo. La perforación de pozos agrícolas se ha duplicado en la última década, llegando a contabilizarse 430 pozos activos solo en el corredor Ameca–Cocula, muchos de ellos sin medición precisa del volumen extraído. A esta presión humana se suma la geología del valle, rodeado por el cerro Grande de Ameca y la sierra de Quila, con fallas activas que aceleran la compactación del subsuelo.

El cambio climático es un factor que agrava la situación. En la última década las precipitaciones han disminuido un 15% y la temperatura media ha aumentado 1.2°C desde 1990, lo que reduce la infiltración de agua y acelera el agotamiento de los mantos acuíferos. Los efectos ya son visibles: viviendas con grietas en paredes y pisos, carreteras agrietadas —especialmente en el tramo Ameca–Tala—, hundimientos en zonas agrícolas y reducción drástica de manantiales, que han pasado de producir 4.3 hm³ anuales en 1988 a menos de 1.5 hm³ en 2024.

La economía local también resiente el problema. Las pérdidas para agricultores se estiman en 25 millones de pesos anuales por la disminución de rendimientos y los costos adicionales de bombeo y mantenimiento de infraestructura. Pequeños productores reportan que antes encontraban agua a 20 metros de profundidad y hoy deben perforar hasta 50 metros para abastecerse, lo que eleva sus gastos y reduce su competitividad.
Los expertos coinciden en que la subsidencia en Ameca forma parte de un patrón nacional que ya afecta a 12 estados del país. El caso más extremo es el de Ciudad de México, con hundimientos de hasta 40 centímetros anuales, pero zonas como Querétaro, Celaya y La Laguna también registran problemas similares. En Jalisco, además de Ameca, el INEGI ha detectado subsidencia en Ciudad Guzmán, Jocotepec y Ocotlán, donde la agricultura intensiva y la sobreexplotación de acuíferos están provocando daños crecientes.

Las autoridades han comenzado a tomar medidas, aunque para muchos llegan tarde. CONAGUA anunció un plan de reducción de extracciones del 20% para 2026, la tecnificación del riego en 5,000 hectáreas y el uso de imágenes satelitales Sentinel-1 para monitorear el hundimiento en tiempo real. El Gobierno de Jalisco destinará 50 millones de pesos a reparar infraestructura dañada y realizará foros comunitarios para buscar soluciones con la participación de productores y especialistas. Entre las acciones más ambiciosas se incluyen la construcción de 12 presas de infiltración para recargar el acuífero y un programa de reconversión agrícola que incentive cultivos menos demandantes de agua.

Sin embargo, los científicos advierten que el hundimiento es irreversible; lo único posible es ralentizar su avance. La ventana de acción es cada vez más estrecha y, de no implementarse cambios profundos en la gestión del agua, Ameca podría enfrentar en pocos años un escenario de crisis total, con pérdida de tierras productivas, desplazamiento de familias y un impacto económico irreversible para la región. Lo que ocurre en Ameca no es un fenómeno aislado, sino un espejo en el que podrían reflejarse otras zonas agrícolas de México si no se corrige el rumbo.