El axolote mexicano (Ambystoma mexicanum), una de las criaturas más emblemáticas de la fauna mexicana, se encuentra actualmente en peligro crítico de extinción. Este singular anfibio, conocido por su neotenia, es decir, la capacidad de conservar sus características larvales durante toda su vida, como las branquias externas y la aleta dorsal, habita exclusivamente en los lagos y canales de Xochimilco, en las cercanías de Ciudad de México. Sin embargo, su población ha disminuido drásticamente en las últimas décadas.
En 1998, había cerca de 6,000 axolotes por kilómetro cuadrado en su hábitat natural, pero para 2014, ese número se redujo a solo 36. Esta caída alarmante en su población es consecuencia de múltiples factores, incluidos la pérdida de hábitat, la introducción de especies invasoras, la contaminación y la sobreexplotación, tanto para el comercio de acuarios como para su consumo como alimento tradicional en México.
El axolote es una especie resistente, capaz de vivir hasta 15 años en su entorno natural, alimentándose de moluscos, gusanos, insectos y peces pequeños. No obstante, la creciente urbanización de la región y la actividad humana han tenido un impacto devastador sobre su hábitat. A pesar de sus características únicas y su importancia cultural, el axolote continúa su lucha por sobrevivir en un ecosistema cada vez más amenazado.
En 2023, como parte de los esfuerzos por preservar al axolote, la campaña Adoptaxolotl 2024 fue lanzada, buscando concientizar sobre la importancia de proteger a este fascinante animal y su frágil entorno.