El axolote mexicano, conocido científicamente como Ambystoma mexicanum, es una salamandra única que ha cautivado a biólogos y ecologistas por su extraordinaria capacidad para conservar rasgos larvales durante toda su vida, en un fenómeno denominado neotenia. Este anfibio presenta características muy particulares, como una aleta dorsal que recorre casi la totalidad de su cuerpo y branquias externas en forma de plumas, que sobresalen de su cabeza.
Originario del complejo lacustre de Xochimilco, en la Ciudad de México, el axolote habita exclusivamente en agua. Sin embargo, esta especie se enfrenta a una grave amenaza de extinción. Según la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el axolote está clasificado como “en peligro crítico” debido a factores como la pérdida de su hábitat natural, la contaminación, la introducción de especies invasoras y el consumo humano.
En el año 1998, se registraron alrededor de 6,000 axolotes por kilómetro cuadrado en Xochimilco. Sin embargo, en el último censo de 2014, esta cifra cayó drásticamente a solo 36 por kilómetro cuadrado, lo que refleja la acelerada disminución de la población de este singular anfibio. Según Luis Zambrano González, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), si no se toman medidas urgentes, el axolote podría desaparecer en menos de 20 años.
Con el fin de sensibilizar sobre la situación crítica del axolote y promover su conservación, se lanzó la campaña Adoptaxolotl 2024, que busca fomentar la protección de esta especie a través de programas de adopción y concienciación pública.
Si bien el axolote ha sido un símbolo de la biodiversidad mexicana, su futuro pende de un hilo. Es fundamental tomar acciones decisivas para preservar su hábitat y garantizar la sobrevivencia de este emblemático ser viviente, único en el mundo.
