Cuando tocó tierra el 29 de agosto de 2005, el huracán Katrina se convirtió en el huracán más dañino y uno de los más mortíferos de la historia de Estados Unidos. Este tipo de eventos devastadores no solo dejan destrucción física, sino que también pueden convertirse en escenarios propicios para el avistamiento de fantasmas. Como señala National Geographic, muchas experiencias sobrenaturales en estas áreas pueden ser provocadas por el trauma y la exposición a sustancias tóxicas en las zonas devastadas.
A raíz de incendios forestales devastadores, huracanes e inundaciones récord, las historias de fantasmas están experimentando un curioso resurgimiento. En las regiones más afectadas por desastres naturales, los relatos de avistamientos espeluznantes y presencias fantasmales parecen reflejar el trauma dejado por estos eventos. Según Leslie Hartley Gise, experta en psiquiatría de desastres que asesoró a sobrevivientes de los incendios forestales en Hawái de 2023, “el duelo hace cosas poderosas en el cerebro”. Ella señala que muchas personas creen estar volviéndose locas al ver y escuchar a sus seres queridos después de su muerte.
Los psicólogos sugieren que estos encuentros sobrenaturales podrían ser una forma de procesar una pérdida abrumadora. Por ejemplo, durante el primer mes de confinamientos por la pandemia de COVID-19 en el Reino Unido, la Unión Nacional de Espiritistas reportó un sorprendente aumento del 325 por ciento en las solicitudes de incorporación. En calamidades recientes como los incendios de Maui, la inundación en Libia y el terremoto y tsunami de Tohōku en Japón, los sobrevivientes a menudo informan encuentros inquietantes y inexplicables.
A nivel biológico, el duelo y el trauma pueden provocar la liberación de cortisol y otras hormonas del estrés, generando síntomas como insomnio y sobrecarga sensorial, lo que puede contribuir a alucinaciones que se sienten muy reales. En áreas de desastre, la sensación de irrealidad se intensifica, creando un ambiente donde la mente está más predispuesta a percibir cosas que no están allí. Gise explica que los sobrevivientes angustiados pueden experimentar desrealización o despersonalización, sintiendo que el mundo no es real o que no son la persona que eran.
El estado del entorno construido tras un desastre puede agravar estos sentimientos. En las zonas devastadas, los edificios en ruinas y los sitios industriales en llamas pueden liberar productos químicos tóxicos, que podrían causar alucinaciones. Además, los cultivos en descomposición pueden desarrollar cornezuelo, un hongo psicoactivo que, según algunos investigadores, contribuyó a la histeria puritana de las brujas en Salem, Massachusetts.
Los antropólogos Christine y Todd VanPool de la Universidad de Missouri argumentan que las historias de fantasmas han persistido en todas las culturas no solo como relatos de miedo, sino como herramientas prácticas y simbólicas. En su libro, An Anthropological Study in Spirits, sugieren que el folclore a menudo advierte a las comunidades sobre lugares o personas peligrosas. Los fantasmas pueden ser percibidos como advertencias metafóricas sobre la codicia o la ira.
La apariencia de los fantasmas no siempre es humana; en algunas regiones, los residentes han percibido paisajes embrujados relacionados con el duelo por la pérdida de glaciares específicos. Este fenómeno se observa en comunidades que enfrentan cambios catastróficos en su entorno. Las historias de fantasmas pueden mantener unidas a las comunidades, fortaleciendo los lazos sociales a través de relatos transmitidos de generación en generación.
Esto se vuelve crucial en tiempos de crisis. Después de los terremotos de 2023 en Turquía, muchos supervivientes encontraron difícil llorar a sus seres queridos en medio de la destrucción. La Organización Mundial de la Salud reportó un “trauma secundario” generalizado, con muchas personas incapaces de enterrar a sus muertos. En tales circunstancias, contar historias mantiene viva la esperanza y la memoria.
Tras el tsunami y el desastre nuclear de Japón en 2011, hubo un resurgimiento del kaidankai, la narración comunitaria de fantasmas. Richard Loyd Parry, quien escribió sobre la catástrofe en Ghosts of the Tsunami, describió cómo los sobrevivientes esperaban activamente ver los fantasmas de sus seres queridos, buscando conexión y cierre.
Los efectos psicológicos de los desastres no se limitan a la zona cero. Después del tsunami de 2011, Gise recuerda cómo sus colegas ayudaron a la comunidad japonesa en Hawái, que quedó conmocionada por los eventos. “Creo que veremos más de esto”, dice Gise, señalando que la desinformación y la ansiedad pueden llevar a los sobrevivientes a recaer en sustancias que alteran la mente. En resumen, a medida que enfrentamos desastres continuos, el interés por lo sobrenatural podría crecer, planteando la pregunta: ¿aumentará también la creencia en los fantasmas?