Los flamencos son aves emblemáticas reconocidas por su plumaje rosa vibrante y su peculiar hábito de pararse sobre una sola pata. Estas aves migratorias recorren grandes distancias cada año, guiadas por la búsqueda de alimento, agua y condiciones climáticas óptimas para su supervivencia.
En América, la especie más conocida es el flamenco americano o del Caribe (Phoenicopterus ruber), que habita desde las Bahamas y Cuba hasta la península de Yucatán, en México. Durante la temporada de lluvias, estas aves suelen permanecer en zonas húmedas ricas en microorganismos como camarones, algas y crustáceos, cuya dieta les proporciona el pigmento carotenoide que da su característico color rosa.
En Yucatán, por ejemplo, los flamencos suelen encontrarse en reservas naturales como Celestún y Río Lagartos, áreas protegidas que se convierten en importantes sitios de reproducción. Durante la temporada seca o en épocas de escasez, migran hacia otras regiones con más recursos hídricos, adaptándose a cambios estacionales.
Su migración es un espectáculo que embellece el paisaje y aporta valor ecológico a los ecosistemas, ya que los flamencos contribuyen a mantener el equilibrio en los humedales. Sin embargo, factores como la pérdida de hábitats, la contaminación y el turismo irresponsable representan amenazas para estas aves.